¿Por qué hemos creado este fondo?
A medida que ola tras ola de infecciones por coronavirus se propagan por todo el mundo, las comunidades que ya viven y luchan en el frente de la opresión serán las más afectadas. Como donantes, defensoras/es y activistas de la justicia social conocemos perfectamente la manera en que las crisis complican las experiencias cotidianas de violencia, pobreza basada en el género y aislamiento para las niñas adolescentes y mujeres jóvenes. La COVID-19, como cualquier otra crisis, expone y exacerba la opresión sistémica y violencia existentes que colocan a las niñas en una posición particularmente vulnerable, en especial, las que se enfrentan a múltiples formas de opresión.
La salud pública, la economía y la seguridad y autonomía física de las niñas están estrechamente vinculadas. En todo el mundo, entre países y contextos, las niñas desempeñan la función de cuidadoras principales para muchos en la comunidad. En una crisis sanitaria, esta carga de cuidados aumenta de manera dramática. Ante la falta de servicios de salud y asistencia social funcionales en muchos lugares, las niñas se convierten en asistentes sanitarias de primera línea. Las niñas también se enfrentan a enormes presiones culturales para mantener a sus familias, aunque son quienes probablemente se hallan más alejadas de los bienes como el dinero, los productos, los servicios, el transporte y demás. El cierre de las escuelas y otros entornos de aprendizaje no solo limita el acceso a la educación de las niñas, sino que las aísla aún más de las comunidades de otras niñas. Sabemos que cuando se separa a las niñas y jóvenes de sus compañeras las tasas de violencia, embarazo de adolescentes y matrimonios forzados se disparan.
La cruel ironía es que pese a esta presión intensa a que se enfrentan las niñas, la respuesta durante las crisis, en el mejor de los casos, ignora sus necesidades únicas y, en el peor, las excluye. Las desigualdades en la salud y en la economía son productos de un sistema patriarcal que desvaloriza y explota a las niñas. Tenemos una oportunidad de asegurarnos de que las niñas y jóvenes sean las protagonistas en los esfuerzos de respuesta y recuperación.
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Ahora es el momento de aumentar el apoyo a las niñas.
En estos tiempos difíciles, aún hay esperanza. En todo el mundo, las comunidades locales se están organizando y colectivizando a una escala sin precedentes. Nunca había habido un ejemplo más real del poder ciudadano de organizarse y de los profundos lazos transnacionales que nos vinculan a todos como seres humanos. Aunque no lo sepan, estas comunidades están utilizando las mismas herramientas de organización que las niñas activistas y sus aliadas feministas han estado utilizando por décadas en sus luchas por la justicia. De hecho, nunca ha sido más importante aprender del liderazgo de las niñas y jóvenes que viven en el confinamiento, la incertidumbre política y la inestabilidad económica día tras día.
Como en cualquier crisis, sabemos que muchos esfuerzos para organizarse en el contexto de la COVID-19 los están dirigiendo las niñas y jóvenes, pero, como siempre, no recibirán recursos ni se reconocerá su trabajo. Necesitaremos la creatividad, el espíritu, y la mera resiliencia de las niñas y jóvenes activistas más y más a medida que se van desarrollando estos días.